Contratos

La letra chica está allí por una razón. La revisión minuciosa del contrato antes de firmarlo es importante.

Y si no te sentís cómodo en avanzar con lo que está escrito, o no te gusta, tachalo o alejate de este acuerdo.

Siempre podés decir «no gracias».

¿Entonces cómo es un buen borrador de contrato?

El acuerdo tiene que ser un buen acuerdo, pero por sobre todo, tu futuro depende mayormente de que estés haciendo un acuerdo con buena gente.

La mejor parte de cualquier cláusula, es que nunca la necesites. Un lenguaje claro y respeto mutuo es lo que hace que los acuerdos funcionen.

En realidad las únicas variables son quién está prometiendo qué, y qué tan específico querés ser.

Todos los acuerdos son «acuerdo de caballeros» o «de palabra» o «con un apretón de manos». No importa si son orales o escritos.

No importa qué tan específico quieras ser, ser específico no te protege de personas deshonestas. Lo que hace un contrato específico es dejar bien en claro que se necesita hacer para lo que dijiste que vas a hacer.

El éxito en la relación ocurrirá cuando ambas partes entienden qué esperar del otro. Yo voy a hacer esto y vos vas a hacer aquello.

 

Es posible ser claro sin ser obtuso. Si una clausula empieza con «Mientras» y sigue con «No obstante lo anterior,» algo está yendo mal. Si se necesitan abogados para decodificar palabras clave y lenguaje denso, estamos en un sistema fuera de control.

Se firman más y más contratos porque ocurren más y más transacciones fuera de las organizaciones o entre ellas. La pregunta es si se trata del pasado o del futuro.

Si alquilás un auto o pedís plata prestada o es una transacción compleja, habrá que firmar un contrato lleno de reglas y obligaciones, y la organización financiera que maximiza sus ganancias hace todo lo posible para hacer lo menos posible, y hacerte responsable por tanto como sea posible. Estos tipos de contratos evolucionaron en batallas, un esfuerzo por obtener algo ahora y entregar lo menos posible después. La letra chica está ahí por una razón, y no es para hacerte feliz. Este tipo de contrato son sobre el pasado, básicamente: «acordamos esto, lee tu copia, no nos importa que te quedes preocupado, adiós.»

De los contratos que estoy hablando en este artículo, son acuerdos sobre el futuro. Cada parte puede reclamar que hay áreas no cubiertas o que no comprometen, pero las consecuencias son claras: «si me desilusionás, no volveré a hacer negocios con vos.». Se está invirtiendo confianza en el futuro, se hace más ahora a cambio del beneficio de la confianza, el deleite, y la consistencia que vendrán más adelante.

Te recomiendo incluir esta cláusula que puede cambiar todo: «Cualquier desacuerdo en la interpretación de este acuerdo será resuelta por un arbitraje informal vinculante. Ambos estamos de acuerdo en contratar un abogado que no esté involucrado, entregarle hasta cinco páginas de material con nuestro caso, y acatar su decisión.»

Revisar un contrato completo no se debe tomar a la ligera, ya que esperás mantener tu palabra en todo lo que queda de tu lado. Antes de decir SI y apretar manos, tres cosas:

¿Qué pasa ahora? ¿Quién le debe a quién qué cosa? Qué promete exactamente hacer cada parte, y qué obtiene cada parte. Debería ser fácil de escribir en lenguaje común y corriente y agregarlo al acuerdo, solo para estar seguros que estamos de acuerdo.

¿Qué pasa si las cosas no funcionan? Si no hacés lo que decís que vas a hacer, qué pasa? Si la otra persona no puede pagar o entregar un resultado, o quiere salirse del acuerdo, entonces qué? Si dejás una salida para vos y la otra persona, estás invirtiendo en un futuro mejor, porque sabés por adelantado cuales son las opciones.

¿Qué pasa si las cosas funcionan bien? Si los sueños más salvajes de todos se vuelven realidad, entonces qué? La otra persona, que te avisó con tres días, termina siendo dueño de la mitad de tu negocio en el que trabajaste por veinte años? Describí las posibilidades, las situaciones hipotéticas, y planealas junto con la otra parte, porque una realidad hipotética de hoy es una realidad injusta de mañana.

No hay mejor momento que éste para ser claros, para ser honestos y para tener conversaciones difíciles.

No hagas un mal acuerdo. Antes que nada, un acuerdo es una cosa buena! A pesar de todas mis advertencias no vas a ningún lado si tu idea es un secreto. Sin embargo, la idea no vale nada, sino el esfuerzo, pensar, analizar, el dinero, y la persistencia.

Recomendaciones generales:

  • No escribas porcentajes fijos como por ejemplo 50% y 50% para cada uno. Ni siquiera un 5% que puedas lamentar. Mejor es un porcentaje móvil que se vaya adecuando a las contribuciones de cada uno en el tiempo.
  • No asumas que el dinero con el que empezás será suficiente. Digamos que vos y tu amigo ponen cinco mil cada uno y cada uno es dueño de la mitad del negocio. ¿y después qué? qué pasa cuando el dinero se termina y solo uno de ustedes desea poner la siguiente cantidad de capital para continuar?
  • Pensar en los impuestos. Para determinados tipos de empresa, si perdés dinero, te perdonan cierto impuesto, o se calculan solo sobre las ganancias.
  • No te olvides de la cláusula de arbitraje. No solo te ahorrará tiempo y dinero cuando las cosas salgan mal, sino que también impide que las cosas salgan mal porque uno chantajea al otro con ir a juicio.
  • Hacé un acuerdo con alguien en quien confíes, pero no con un amigo. Es probable que al final termines sin un socio ni un amigo.
  • Incluir una cláusula de escopeta. En algún punto puede pasar que uno se quiera quedar con el proyecto. Así que agregá: «en cualquier momento, una persona puede ofrecerle la compra a la otra. La segunda persona entonces tiene la posibilidad de o bien comprarle a la otra persona con el mismo valor, o vender. «. El dinero puede resolver pocos problemas, y este es uno de ellos.
  • Por si te olvidaste, lee nuevamente la primera recomendación sobre porcentajes fijos.
  • Preocupate mucho sobre el control. Tarde o temprano, importa. Tengo el control? realmente? Si no, está bien que sea así? Estás tranquilo de esa manera?

 

 

El mito de la mayor parte de los documentos legales es que el mundo continuará siendo como es y las cosas van a ser siempre iguales. O que el mundo va a cambiar, pero solo de la manera que pensás que va a cambiar. No es así.

 

 

 

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